Estamos por finalizar un año de recuperación económica, con un crecimiento estimado de 5%, la inflación bajo control y más de 700 mil nuevos puestos de trabajo en la economía formal en los últimos 12 meses, cifra cercana a la que deberíamos estar creando anualmente para hacer frente al crecimiento de la demanda de empleo.
Sin embargo, este repunte es, en gran medida, producto del ajuste de la economía ante la severa contracción del Producto Interno Bruto de 2009, así como la recuperación en Estados Unidos, que reactivó nuestras exportaciones.
Para 2011, se prevé una desaceleración en la economía nacional, con un crecimiento del PIB de alrededor del 3.6%, una inflación estimada del 3.8% y menor creación de empleos, inferior a 535 mil plazas.
Nuevamente, el pronóstico de crecimiento económico del país está por debajo del estimado para América Latina y los países en desarrollo, que rondará el 6 por ciento. Si no se dan los cambios necesarios para aumentar la inversión pública y privada, el crédito, mayor competencia y el consumo, la recuperación de los niveles del PIB de 2008 podría completarse hasta el 2012.
Esta disminución del dinamismo en la actividad productiva responde también al factor externo, en específico al comportamiento de la economía estadounidense, que desde abril de este año muestra signos de desaceleración.
La probabilidad de que en el 2011 haya una nueva recesión en Estados Unidos es lejana, pero las expectativas se han revisado consistentemente a la baja, y se anticipa un crecimiento modesto de 2.5%, por debajo del promedio de 3% observado en ese país a lo largo de los años. El factor determinante de esta lentitud es la tasa de desempleo, que se ha mantenido sin cambios significativos, por arriba de 9.5 por ciento. Es la causa fundamental de que el consumo –que representa más del 70% del PIB– crezca poco.
Las familias estadounidenses están endeudadas y la crisis financiera acabó con una buena parte de su patrimonio, mientras que su gobierno enfrenta niveles históricos de déficit, con un estrecho margen de maniobra en su política fiscal y monetaria.
Bajo estas condiciones, la posibilidad de que haya un mayor estímulo externo para la economía mexicana, es remota. Al mismo tiempo, varios países desarrollados enfrentan crisis económicas y resurgen las tendencias proteccionistas en el mundo. Enfrentamos una demanda internacional con bajo crecimiento y una mayor competencia por los mercados.
Si México quiere lograr tasas de crecimiento superiores al promedio de los últimos 20 años, el cuál fue menor al 3% hay que diversificar nuestros mercados externos, tener tasas de interés competitivas y sobre todo, debemos ser capaces de generar dinamismo económico desde el impulso interno. Esto aplica para el 2011 y los años subsiguientes.
México tiene estabilidad macroeconómica, gracias a la disciplina fiscal que se ha mantenido. Ahora, lo que se necesita es capacidad para tener un mayor crecimiento.
Entre los riesgos que enfrentamos el próximo año, sobresalen: la inestabilidad financiera internacional; la debilidad del mercado externo y de la economía mundial; los problemas de inseguridad; un mercado interno sin crecimiento, y la dinámica electoral que empieza a dominar la agenda pública, rumbo a las elecciones estatales del próximo año y las presidenciales del 2012, lo cual puede postergar nuevamente la discusión y aprobación de las reformas estructurales indispensables para propiciar un mayor dinamismo económico.
Desde hace décadas, el principal factor que está limitando el desarrollo, es la ausencia de avances significativos en reformas como la fiscal, la laboral, la energética y la de la Banca de Desarrollo, entre otras. La aprobación de ellas, será un signo de cambio, que detonará la confianza, la inversión productiva y el empleo.
Hay que elevar la eficiencia de la administración pública en los tres niveles de gobierno; combatir la corrupción; facilitar el acceso al financiamiento; disminuir el crimen y el la impunidad; flexibilizar el mercado laboral; elevar la inversión pública y privada en infraestructura; mejorar las regulaciones tributarias y adecuar las tasas de impuestos; garantizar educación de calidad para todos, e implementar políticas de gobierno con visión de largo plazo.
El destino de la economía mexicana no debe permanecer a expensas de lo que pase en el exterior. México requiere mayor iniciativa propia a fin de generar las condiciones necesarias para crecer en más del 6% anual, y así crear los empleos de calidad y las oportunidades que necesitamos todos los mexicanos.
El país, requiere vocación de futuro; no merece seguir estancado y atado a inercias del pasado, obstáculos de origen partidista e intereses de grupos, sean estos políticos o económicos. La sociedad mexicana demanda señales de cambio.
México puede tener un gran futuro para todos, pero hay que construirlo.
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Sigamos impulsando los cambios y reformas que se requieren en el país, con participación ciudadana activa, desde cada uno de nuestros Centros Empresariales, Delegaciones y Representaciones.
Coparmex cuenta con ustedes, y ustedes con Coparmex
Reciban un saludo afectuoso.
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